sábado, 12 de noviembre de 2011

¿Qué es Democracia? Otras preguntas y algunas propuestas.


La democracia indirecta o representativa hace referencia al sistema donde las decisiones son tomadas por aquellas personas a los que el pueblo reconoce como sus representantes legítimos.
Hay varias preguntas para hacerse con respecto a la democracia?
1.       ¿Los representantes que hay en todos nuestras instituciones  representan verdaderamente los intereses de todos, o solo, de algunos?
2.       ¿Los temas de las necesidades  nacionales, se están tratando con equidad?
3.       ¿Somos un país con igualdad de oportunidades para todos?
4.       ¿Tenemos una clase social o varias clases sociales?
Nuestro país, está dotado de inmensos y valiosos recursos naturales, de un pueblo sencillo y trabajador honrado, y de una clase dirigente política, militar y empresarial corrupta, esta afirmación la hago basado en que ellos, que son los encargados de establecer políticas de equidad y bienestar para todos, lo único que han construido es bienestar exagerado para 2 millones de personas (tal vez descendientes de reyes, nobles y plutócratas) y condenado a la esclavitud y miseria a más de 37 millones de habitantes.

DISTRIBUCION DEMOGRAFICA POR CLASES SOCIALES.
Tenemos 46 millones de habitantes de las tres clases sociales.
2 millones de habitantes de clase alta.
7 millones de habitantes de clase media.
37 millones de habitantes de clase baja, entre ellos 18 millones por debajo de la línea de pobreza (miserables).

NECESIDADES DE LAS CLASES SOCIALES DE NUESTRO PAIS.
La única necesidad que tiene la clase alta es mantener un Senado y una Cámara que legisle para mantener el statu quo, aparato militar y policial que mantenga las cosas como están, para continuar la plutocracia.
La clase media tiene como necesidad prioritaria mantener su trabajo, para poder cubrir los gastos de manutención, la educación de su familia y el pago de sus impuestos.
La clase baja 80% de la población, todas sus necesidades son prioritarias, conseguir el  alimento para cada día, conseguir trabajo y si no es posible, robar para  alimentarse, ellos no tienen casa, ni tierra, ni salud, ni derechos, ni personas que los defiendan o los representen ante el Estado.
Yo hablo desde la comodidad que tengo en la clase media, ya que logre realizar una carrera universitaria y he tenido oportunidad de sobrevivir y levantar una familia, pero, me pregunto, quien representa ese 80% de la población,  sin oportunidades y sin derechos?, con razón el Estado o sus detentores con su mano oscura  tiene que asesinarlos sistemáticamente y a cuenta gotas, para no dar la impresión de que se están realizando  masacres, lo importante es que no se altere el Statu Quo, y entonces la gran pregunta es Quién es ese estado? Serán ellos los representantes legítimos de todo el pueblo colombiano? o  será la plutocracia, ahí hay un responsable.
Yo me imagino una democracia repartida equitativamente por cantidad de personas que representen cada clase social y distribuida por intereses así:
20% de senadores y representantes a la cámara (en representación de la clase alta y media) quienes velaran por los intereses de la rentabilidad de  la industria, el comercio, megaproyectos y crecimiento equilibrado del país.
80% de senadores y representantes a la cámara (en representación de las clases bajas y miserables) quienes trabajaran y orientaran todo su esfuerzo hacia la seguridad alimentaria, reforma agraria integral, vivienda digna y segura, trabajo, salud, educación, para TODOS.
El país debe adoptar políticamente una estrategia económica dual, Capitalista puro en la industria y el comercio y socialista puro en el campo agrario.
En las Ciudades y pueblos se dará estímulo permanente al crecimiento de la  industria, el comercio y las obras públicas,  todos los excedentes de capital deben ser reinvertidos en desarrollo, avances tecnológicos y de productividad, nunca en tierra ociosa y especulativa y mucho menos en extensiones que sobrepasen las 10 hectáreas de tierra.
En el campo agrario sería  Socialista puro con limitación de la extensión de la tierra en las granjas a 10 hectáreas por persona natural o con altos impuestos a la tenencia.  10 Hectáreas deben sustentar 1 trabajo digno, lo cual representa por lo menos 12 salarios mínimos legales por año,  y la propuesta es que cada terrateniente tenga 1 trabajador con todas las garantías laborales por cada 10 hectáreas, o en su defecto, pagar el equivalente de 12 salarios mínimos legales vigentes por año, por cada 10 hectáreas de tierra que posea. Las granjas apoyadas por el Estado deben contar con políticas de producción y asistencia técnica suministrada por el Estado, dotada con centros de acopio y distribución para la comercialización de los productos del campo.
No a la tenencia de tierra en manos indignas, pero, si no fuese posible, que paguen impuestos, para darle casa, comida  y educación a los desplazados por ellos.

CARLOS MARIO PEREIRA YEPES.
NOVIEMBRE 13 DE 2011.


sábado, 29 de octubre de 2011

POETA DESCONOCIDO

POR QUÉ VINISTE?
(Autor desconocido)

Si ya te vas amor… por qué viniste?
Si como un peregrino en la noche
a mi puerta llamaste y me tendiste
tus manos con gentil derroche
de cariño y fulgor…por qué viniste?

Si al silencio de la noche fría
te escapaste robándome la calma,
y el tesoro de paz que se escondía
en el rincón más íntimo del alma;
si me habías de dejar tan sola y triste
por qué viniste amor?...Por qué viniste?

Eras tan bueno, tan discreto amigo
que en dulces horas de feliz locura
mil emociones compartí contigo,
sin saber ¡Ay! que mi ternura
prestaba asilo y cariñoso abrigo
al falaz robador de mi ternura.

A dónde vas en tu pirata nave!
sobre el mar infinito del olvido
dejando un corazón cual queda el ave
huérfano, solo, sin vergel, sin nido.

Tú sin decir adiós te vas cantando
hacia paisajes mágicos risueños.
A mí me queda el corazón llorando
sobre la blanca tumba de mis sueños.

Por qué si te acogí bajo mi techo
tan rumoroso, solícita y confiada
cual un longinos me rasgaste el pecho
y en un calvario de dolor por lecho
me abandonaste al fin encrucijada?

Con el alma balsámica y ardiente
a mi boca de púrpura gloriosa
acérqueme hasta ti tímidamente
a darte el corazón como una rosa.

Pero tú te alejaste con desvío
de mi ingenua pasión
y se perdió mi voz en el vacío
pues tus labios ya no me contestaron
y mis manos curiosas sólo hallaron
el trágico silencio de tu ausencia.

Yo era una rosa blanca y perfumada
que entreabrió su corola en el estío
donde guardaba miel embalsamada
y gotas inviolas de rocío.

Pero llegaste tú como una abeja
dorada y musical a mi corola
y creyéndote preso entre mis rejas
te vi volar, por el azul…y solo
quedó en mi alma una indecible queja.

Sin embargo en mi angustia te perdono
porque fuiste galante y amoroso
como un ramo de adelfas olorosas
desplegadas en vos sobre en mi encono
y poblaste mi cielo soledoso
con un vuelo de blancas mariposas.

Viniste a mí con un rumor tan suave
como un rose de brisa embalsamada
en el mástil errante de una nave
cual se posa en la tarde desolada
sobre la rama solitaria un ave.

Fuiste como una música celeste
que hechizó mis oídos un momento
como una flor ingrávida y agreste
que una tarde de abril deshojó el viento.

Adiós amor…que alumbren las estrellas
mi camino de nieblas tormentosas.
Yo seguiré tus perfumadas huellas
y en el santuario de esas viejas cosas
que amábamos por delincuentes y por bellas,
guardaré siempre tu recuerdo triste.
Amor, ingrato amor… por qué viniste?

JOSE MARIA GABRIEL Y GALAN



Esta poesía me la enseñaba papá cuando era niño.
 Resume la nostalgia de la heredad, la hacienda, la casa, el trabajo y la pérdida de la compañera.
Muestra el florecimiento, la madurez y un  final como siempre triste.
Toda despedida duele.





















                      


                       


EL AMA

     I
Yo aprendí en el hogar en qué se funda
la dicha más perfecta,
y para hacerla mía
quise yo ser como mi padre era
y busqué una mujer como mi madre
entre las hijas de mi hidalga tierra.
Y fui como mi padre, y fue mi esposa
viviente imagen de la madre muerta.
¡Un milagro de Dios, que ver me hizo
otra mujer como la santa aquella!

Compartían mis únicos amores
la amante compañera,
la patria idolatrada,
la casa solariega,
con la heredada historia,
con la heredada hacienda.
¡Qué buena era la esposa
y qué feraz la tierra!
¡Qué alegre era mi casa
y qué sana mi hacienda,
y con qué solidez estaba unida
la tradición de la honradez a ellas!

Una sencilla labradora, humilde,
hija de oscura castellana aldea;
una mujer trabajadora, honrada,
cristiana, amable, cariñosa y seria,
trocó mi casa en adorable idilio
que no pudo soñar ningún poeta.

¡Oh, cómo se suaviza
el penoso trajín de las faenas
cuando hay amor en casa
y con él mucho pan se amasa en ella
para los pobres que a su sombra viven,
para los pobres que por ella bregan!
¡Y cuánto lo agradecen, sin decirlo,
y cuánto por la casa se interesan,
y cómo ellos la cuidan,
y cómo Dios la aumenta!

Todo lo pudo la mujer cristiana,
logrólo todo la mujer discreta.
La vida en la alquería
giraba en torno a ella
pacífica y amable,
monótona y serena...
¡Y cómo la alegría y el trabajo
donde está la virtud se compenetran!

Lavando en el regato cristalino
cantaban las mozuelas,
y cantaba en los valles el vaquero,
y cantaban los mozos en las tierras,
y el aguador camino de la fuente,
y el cabrerillo en la pelada cuesta...
¡Y yo también cantaba,
que ella y el campo hiciéronme poeta!

Cantaba el equilibrio
de aquel alma serena
como los anchos cielos,
como los campos de mi amada tierra;
y cantaba también aquellos campos,
los de las pardas, onduladas cuestas,
los de los mares de enceradas mieses,
los de las mudas perspectivas serias,
los de las castas soledades hondas,
los de las grises lontananzas muertas...

El alma se empapaba
en la solemne clásica grandeza
que llenaba los ámbitos abiertos
del cielo y de la tierra.
¡Qué placido el ambiente,
qué tranquilo el paisaje, qué serena
la atmósfera azulada se extendía
por sobre el haz de la llanura inmensa!

La brisa de la tarde
meneaba, amorosa, la alameda,
los zarzales floridos del cercado,
los guindos de la vega,
las mieses de la hoja,
la copa verde de la encina vieja...

¡Monorrítmica música del llano,
qué grato tu sonar, qué dulce era!
La gaita del pastor en la colina
lloraba las tonadas de la tierra,
cargadas de dulzuras,
cargadas de monótonas tristezas,
y dentro del sentido
caían las cadencias
como doradas gotas
de dulce miel que del panal fluyeran.

La vida era solemne;
puro y sereno el pensamiento era;
sosegado el sentir, como las brisas;
mudo y fuerte el amor, mansas las penas
austeros los placeres,
raigadas las creencias,
sabroso el pan, reparador el sueño,
fácil el bien y pura la conciencia.

¡Qué deseos el alma
tenía de ser buena,
y cómo se llenaba de ternura
cuando Dios le decía que lo era!

        II
Pero bien se conoce
que ya no vive ella;
el corazón, la vida de la casa
que alegraba el trajín de las tareas,
la mano bienhechora
que con las sales de enseñanzas buenas
amasó tanto pan para los pobres
que regaban, sudando, nuestra hacienda.

¡La vida en la alquería
se tiñó para siempre de tristeza!
Ya no alegran los mozos la besana
con las dulces tonadas de la tierra,
que al paso perezoso de las yuntas
ajustaban sus lánguidas cadencias.

Mudos de casa salen,
mudos pasan el día en sus faenas,
tristes y mudos vuelven;
y sin decirse una palabra cenan;
que está el aire de casa
cargado de tristeza
y palabras y ruidos importunan
la rumia sosegada de las penas.

Y rezamos, reunidos, el Rosario,
sin decirnos por quién..., pero es por ella.
Que aunque ya no su voz a orar nos llama,
su recuerdo querido nos congrega,
y nos pone el Rosario entre los dedos
y las santas plegarias en la lengua.

¡Qué días y qué noches!
¡Con cuánta lentitud las horas ruedan
por encima del alma que está sola
llorando en las tinieblas!
Las sales de mis lágrimas amargan
el pan que me alimenta;
me cansa el movimiento,
me pesan las faenas,
la casa me entristece
y he perdido el cariño de la hacienda.

¡Qué me importan los bienes
si he perdido mi dulce compañera!
¡Qué compasión me tienen mis criados
que ayer me vieron con el alma llena
de alegrías sin fin que rebosaban
y suyas también eran!

Hasta el hosco pastor de mis ganados,
que ha medido la hondura de mi pena,
si llego a su majada
baja los ojos y ni hablar quisiera;
y dice al despedirme: «Ánimo, amo;
haiga mucho valor y haiga pacencia...»
Y le tiembla la voz cuando lo dice,
y se enjuga una lágrima sincera,
que en la manga de la áspera zamarra
temblando se le queda...

¡Me ahogan estas cosas,
me matan de dolor estas escenas!
¡Que me anime, pretende, y él no sabe
que de su choza en la techumbre negra
le he visto yo escondida
la dulce gaita aquella
que cargaba el sentido de dulzuras
y llenaba los aires de cadencias!...

¿Por qué ya no la toca?
¿Por qué los campos su tañer no alegra?
Y el atrevido vaquerillo sano
que amaba a una mozuela
de aquellas que trajinan en la casa,
¿por qué no ha vuelto a verla?
¿Por qué no canta en los tranquilos valles?
¿Por qué no silba con la misma fuerza?
¿Por qué no quiere restallar la honda?
¿Por qué esta muda la habladora lengua,
que al amo le contaba sus sentires
cuando el amo le daba su licencia?

«¡El ama era una santa!...»,
me dicen todos, cuando me hablan de ella.
«¡Santa, santa!», me ha dicho
el viejo señor cura de la aldea,
aquel que le pedía
las limosnas secretas
que de tantos hogares ahuyentaban
las hambres, y los fríos, y las penas.

¡Por eso los mendigos
que llegan a mi puerta
llorando se descubren
y un padrenuestro por el ama rezan!
El velo del dolor me ha oscurecido
la luz de la belleza.
Ya no saben hundirse mis pupilas
en la visión serena
de los espacios hondos,
puros y azules, de extensión inmensa.

Ya no sé traducir la poesía,
ni del alma en la médula me entra
la intensa melodía del silencio
que en la llanura quieta
parece que descansa,
parece que se acuesta.

Será puro el ambiente, como antes,
y la atmósfera azul será serena,
y la brisa amorosa
moverá con sus alas la alameda,
los zarzales floridos,
los guindos de la vega,
las mieses de la hoja,
la copa verde de la encina vieja...

Y mugirán los tristes becerrillos,
lamentando el destete, en la pradera,
y la de alegres recentales dulces,
tropa gentil, escalará la cuesta
balando plañideros
al pie de las dulcísimas ovejas;
y cantará en el monte la abubilla
y en los aires la alondra mañanera
seguirá derritiéndose en gorjeos,
musical filigrana de su lengua...

Y la vida solemne de los mundos
seguirá su carrera
monótona, inmutable,
magnífica, serena...

Mas ¿qué me importa todo,
si el vivir de los mundos no me alegra,
ni el ambiente me baña en bienestares,
ni las brisas a música me suenan,
ni el cantar de los pájaros del monte
estimulan mi lengua,
ni me mueve a ambición la perspectiva
de la abundante próxima cosecha,
ni el vigor de mis bueyes me envanece,
ni el paso del caballo me recrea,
ni me embriaga el olor de las majadas,
ni con vértigos dulces me deleitan
el perfume del heno que madura
y el perfume del trigo que se encera?

Resbala sobre mí sin agitarme
la dulce poesía en que se impregnan
la llanura sin fin, toda quietudes,
y el magnífico cielo, todo estrellas.

Y ya mover no pueden
mi alma de poeta,
ni las de mayo auroras nacarinas
con húmedos vapores en las vegas,
con cánticos de alondra y con efluvios
de rocïadas frescas,
ni éstos de otoño atardeceres dulces
de manso resbalar, pura tristeza
de la luz que se muere
y el paisaje borroso que se queja...,
ni las noches románticas de julio,
magníficas, espléndidas,
cargadas de silencios rumorosos
y de sanos perfumes de las eras;
noches para el amor, para la rumia
de las grandes ideas,
que a la cumbre al llegar de las alturas
se hermanan y se besan...

¡Cómo tendré yo el alma,
que resbala sobre ella
la dulce poesía de mis campos
como el agua resbala por la piedra!

Vuestra paz era imagen de mi vida,
¡oh, campos de mi tierra!

Pero la vida se me puso triste
y su imagen de ahora ya no es ésa:
en mi casa, es el frío de mi alcoba,
es el llanto vertido en sus tinieblas;
en el campo, es el árido camino
del barbecho sin fin que amarillea.
... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...
Pero yo ya sé hablar como mi madre,
y digo como ella
cuando la vida se le puso triste:
«¡Dios lo ha querido así! ¡Bendito sea!»

JOSE MARIA PEMAN






Meditación de un amanecer en tiempo de sementera
Ya es tiempo de sementera
y en los surcos de mi arada,
se escucha ya la tonada
que ayer se escuchó en la era.

Ya va el Bullaque alventando
riega alegre y sosegado,
el prado, cuyo verdores
marchitaron los colores;
Y al calmar su sed el prado
se lo agradece con flores.

Ya va el gañán a sembrar
las tierras de sementera,
con la mano en la macera
y en sus labios un cantar.

¡Tierra prodiga y jugosa
de mi fértil heredad!
¡En esta tierra hermosa
lección de fecundidad!

Toda esta tierra está henchida
de preñez de sementera...,
¿Y yo qué de hacer de mi vida
rama estéril y podrida
digna sólo de la hoguera?

Dios me ha dado el poderío
del sentir hondo y con brío
y el pensar derecho y claro...,
¿He de sentirme yo avaro
de lo que al cabo no es mío?

No he de guardar mis ardores,
avaro en el corazón;
ha de seguir la lección
de los campos de las flores.

Jamás una flor sencilla
nos negó la maravilla
que en sus pétalos encierra,
jamás le negó la tierra
su calor a la semilla.

Y yo, que deban Señor
un alma y un cuerpo llenos
de fecundidad y amor...,
¿me resignaré a ser menos
que la tierra y que la flor?

La vida que no florece
y es estéril y escondida,
y ni fecunda y crece,
es vida que no merece
el santo nombre de vida.

La vida es campo que espera
que lo cruce la mancera,
y la renueva la azada,
y es bregar de sementera....

La vida es cuesta empinada
de una montaña cimera...
Mas no temáis en la vida
que si la cumbre es erguida
y es pedregoso el atajo....,
 ¡El cariño y el trabajo
hacen dulce la subida!.

Por eso yo, con profunda
ansias de vida y de amor,
quiero regar con sudor
y hacer mi vida fecunda
como lo quiere el Señor.

Quiero que la vida mía
no sea un germen enfermo
en tierra rasa y bravía;
quiero remover el yermo
y hacer fecunda la ería;
y quiero darme en amores
cuando mi espíritu encierra,
y deshacerme en sudores
para que, al dar en la tierra
produzca la tierra flores.

¡Cuerpo mezquino y cansado!
¡El espíritu amedrantado!
¡Hasta de necio temor...
¡A devolver al Señor!
cuanto el Señor os ha dado!

¡Alma de cuanto poseas,
hasta las últimas sobras!
¡Tu voluntad, date en obras!
¡Tu inteligencia, en ideas!
¡Y tú, hirviendo de pasión
cual deshace el ventarrón
las nieves sobre las cimas,
entrégate corazón,
deshecho en cantos y rimas!

Este alma mío abrasada
en un anhelo encendido,
no ha de ser grana perdido
en los bordes de la arada.

Ha de ser como esas flores
que, en medio de esos rastrojos;
Sin cuidado ni labores,
Se ofrecen a nuestros ojos
y nos brindan sus olores.

Que este anhelo de poesía
de mi ser, que no se harta
jamás de luz y armonía
Dios se lo dio al alma mía
para que yo lo reparta.

Por eso buscó los modos
de cantar mis poesías
pasiones que, siendo mías
son las pasiones de todos.

Allí sobre mis ardores
vuelvo mis ojos allí,
que allí he dejado unas flores...
¡y ellas te hablarán de mi!
Ya sonríe la alborada,
y en la llanura mojada,
la tierra abierta y partida,
ya está preñada de vida

En surcos de mi besana.
Van a mí a aprender
lo que es vivir corazón,
que es debida la lección
de este hermoso amanecer.
¡Corazón de vida espera!
¡Las manos en la mancera
y en los labios a cantar,
que es tiempo de comenzar,
corazón las sementera.
¡Ven te espero en la besana,
verás mis surcos derechos,
pero no las obras mías
que quiero hacerlas barbecho
para hacerlas más queridas.

Y quisiera conseguir
hacer a todos sentir
un mismo anhelo infinito
y, ante mis versos oír
a cada uno decir:
"Es sólo viera y escrito
si yo supiera escribir.

Quiero hacer bien en mi vida
para sentir en mi pecho
esa dulzura escondida
que engendra la indefinida
satisfacción del bien hecho.

Que es verdad que, aunque haya quien
nunca lograra entenderlo,
hay un goce en hacer bien
por sólo el goce de hacerlo.

Y es que al que siembra esté suelo
de rosas y poesías de esperanzas, de
alegrías de fortaleza y consuelo;
y al que leída a sus hermanos
rosadas de consejos sanos
y palabras bondadosas...
¡Le queda siempre en las manos algún
perfume de rosas!
Siente en mi pecho bullir
ansias de amar con fervor....
¡Que quien no derrocha amor
no sabe lo que es vivir!
Compartir quiero mis días
con otras al más hermanas,
y partir mis alegrías
que, en lo que tienen de humanas,
son tan suyas como mías;
abrir a todos mis brazos
y consolar sus pasares,
y, entre rimas y cantares
darles mi vida en pedazos.

Y al fin rendido quisiera
poder decir cuando muera;
Señor, yo no traigo nada
de cuándo te amor me dieras.
Todo lo dejé en la arada
en tiempos de sementera!